CAPÍTULO 49. Vergüenza y sospechas
CAPÍTULO 49. Vergüenza y sospechas
Aquellas palabras fueron como una sentencia. Una que nadie esperaba… salvo quizás Raven.
Ulises palideció. Por un momento pareció tambalearse, como si sus piernas no pudieran sostener el peso de la decisión que acababa de recibir. Quiso hablar, decir algo, pero no encontró palabras.
Rosela, que hasta entonces había estado inmóvil como una estatua, dejó escapar el jadeo ahogado de quien se sabe atrapado y sin salida.
Y en medio de todo, Raven permanecía de pie, como una emperatriz sin corona pero con todo el poder. Su pecho subía y bajaba lentamente, lleno de tensión contenida, pero su rostro seguía sereno. Sabía que acababa de recuperar mucho más que sus joyas. Había recuperado su voz… y su lugar.
—¿¡Cómo puedes permitir esto, tío!? —gritó por fin Ulises, completamente fuera de sí, con el rostro enrojecido por la furia y el orgullo herido—. ¡¿Te volviste loco?! ¡¿Cómo puedes dejar que esta mujer nos dirija…!?
Su voz resonó como una bofetada en la sal