Se quedaron juntos en la bañera durante mucho tiempo, intercambiando solo caricias, palabras dulces y miradas cargadas de emoción y deseo contenido. Era un amor maduro, completo, donde el respeto y la complicidad se desbordaban.Thor no sentía prisa. Quería vivir cada detalle, saborear cada instante de aquel reencuentro. No se trataba solo de sexo, sino de pertenencia, de encontrarse de nuevo en los ojos de ella.Y aunque su cuerpo ardía, supo esperar, supo amar con paciencia, con la intensidad que Celina merecía.Cuando salieron de la bañera, la envolvió en una toalla suave y la llevó de vuelta a la cama, como si cargara el mayor tesoro de su vida.Allí, en la comodidad del dormitorio, Thor y Celina siguieron intercambiando besos, caricias y promesas de amor eterno. Era un momento de entrega, de unión, de renovación.Y para ambos quedó claro que aquel amor era de ese tipo raro que atraviesa cualquier obstáculo, cualquier tiempo, cualquier distancia.Ya pasaban de las seis de la tarde
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