Por un instante, el tiempo se detuvo. Celina parpadeó, el corazón acelerado. Un torbellino de emociones cruzó su rostro: sorpresa, incredulidad, esperanza y, al final, alegría.—Mentira… estás bromeando… ¿hablas en serio?—Muy en serio. Hablé con una amiga mía; su hermana abrió el café. Le conté sobre ti, le encantó tu perfil. Dijo que estaría feliz de tener a alguien como tú allí. Es un lugar tranquilo, lleno de libros, de gente que disfruta leer y conversar. Todo que ver contigo.Celina lo miró sin poder contener las lágrimas. Era como si, después de tanto tiempo caminando sobre terreno inestable, por fin pudiera pisar algo firme.—Yo… ni siquiera sé qué decir —susurró con la voz quebrada—. Gabriel, no tienes idea de lo que esto significa para mí.—Sí que la tengo. Por eso lo hice.Ella lo abrazó con fuerza, escondiendo el rostro en su hombro. Él la envolvió con los brazos, apretando suavemente, y permaneció allí unos segundos, sintiendo cuánto decía aquel gesto sin necesidad de pal
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