Estaban en la casa de playa de Santa Mónica, tal y como Kaleb lo había prometido. Una mansión preciosa, un poco grande y lujosa para su gusto, aunque perfecta para unos días de intimidad de pareja. El entorno era fabuloso, ideal para relajarse y dejar estrés y pesadillas detrás.
¡Y vaya si lo estaban haciendo!
Habían compartido mimos y caricias bajo el ardiente sol, en el agua deliciosa, rodando por la arena, caminando al atardecer disfrutando del ocaso. Como lo que eran: una pareja común y corriente de enamorados. Despojados de los pesos del pasado, concentrados en el presente perfecto. Las noches eran largas, íntimas, de charla, de compartir pensamientos y sentimientos, de conocerse, de explorarse. La de hoy en particular estaba siendo intensa, ya que por primera vez se entregaba a una técnica sexual ancestral y exótica.
Los ventanales abiertos permitían que se filtrara el aire nocturno y la luz de las estrellas, plenamente visibles por lo despejado del cielo. El espacio y el clima