CAPITULO 58 No me escucharás quejarme, Amo. Será verde, siempre.
Los llevó hasta el límite y cuándo sintió que se tensaba, lo abandonó, recibiendo sus protestas con una sonrisa, sintiéndose poderosa, deseada, querida. Avanzó y se posicionó en cuclillas sobre su cabeza, a escasos centímetros de su boca.
Por un momento sintió su antiguo yo reprendiéndola por su falta de decencia, pero inmediatamente volvió a su postura dominante.
—Vas a tomar mi centro con tu boca y…
No pudo terminar la frase porque él ya estaba deleitándose con su intimidad, lamiendo con fiereza su clítoris y sus pliegues, su lengua introduciéndose en su conducto, haciéndole ver estrellas, hasta que casi no lo resistió. Se despegó y con rapidez se montó sobre él, empalándose en el gran miembro, que comenzó a cabalgar con un ritmo que se hizo cada vez más rápido:
—Casie, no voy a resistir, me voy a correr si sigues así....
—Cuando comience a estremecerme, cuando el climax esté por desatarse, allí tienes permitido correrte—le dijo.
Esto llegó apenas unos segundos después. El ritmo fer