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CAPITULO 10 Enfócate, Casie

<<Si fuera solo el rostro>>, suspiró, mientras trozaba verduras para su cena. Su cuerpo, del que había visto poco, pero le bastaba para saber que era perfecto, se insinuaba ante ella. Casie trató de racionalizar la fijación, haciendo una lluvia de ideas sobre su agenda en la cual volvió a escribir sus metas:

*Su vida tranquila e independiente, en un apartamento decorado a gusto.

*Música, libros, vino, bañera.

*Su local y su crecimiento.

*Amistades nuevas.

*Algún ligue, en cuánto lo anterior se cumpliera.

En este último objetivo a largo plazo no calificaban millonarios sensuales acostumbrados a lo mejor de la vida y que seguramente tenían mujeres para tomar y espantar.

<<Jaja. No califican no, tontita. Para calificar deberían postularse. Y si por algún alineamiento de planetas o apertura de una puerta a un universo paralelo un hombre como Kaleb se interesara, tú deberías correr en el otro sentido>>.

Le había ido muy mal cuando creyó que casarse con el más sexy del colegio era un sueño cumplido. Muy mal. Casie había escarmentado con hombres así, esos con imagen de guapos impecables, como era su ex. Aquel era un hombre elegante y seductor que había logrado adormecer su espíritu, eliminando toda coquetería y deseos de exhibición en ella, alimentando una imagen insegura que había hecho estragos en su autoestima.

En cierta forma Kaleb Monahan se le parecía, aunque la masculinidad de este último era más cruda y exudaba un aura de sensualidad donde su ex respiraba aparente liviandad y ternura. Esta era una trampa, carnada con la que atraía a incautas como ella. Que era más peligroso, no sabía. Aunque suponía que las máscaras, siempre las máscaras. No parecía que Kaleb Monahan las necesitara.

Aderezó su ensalada y se sirvió una copa de vino, dirigiéndose a su pequeño living, donde tenía ya seleccionada la nueva serie que quería mirar, que era de pastelería: competencia de cupcakes. Se sumergió en el show y se permitió rellenar su copa dos o tres veces.

Al cabo de dos horas, estaba deliciosamente mareada y decidió que podía darse el lujo de dejar todo sin acomodar, para el otro día. Se dirigió a su cama y se tiró de paloma en el colchón de plaza y media. Rebotó y le gustó, por lo que probó tres veces la experiencia, deleitada como una niña.

Luego, se quitó el calzado y se tapó con el cobertor, encantada con el calor agradable, que la hizo dormitar.

Despertó confusa en medio de la noche y el desasosiego hizo presa de ella. Esto la volvió a llevar a pensar en el hombre Monahan. Seguro que había estado soñando con él. Si es que parecía obsesionada, joder. Como si conocerlo hubiera avivado sensaciones que el temor, el desamor y el menosprecio habían dormido.

¿Cómo se sentirían sus manos sobre su piel? Eran grandes, masculinas. Era un hombre fuerte y musculoso, muy alto. ¿Estaría todo en relación? Se lo veía proporcionado, pensó. <<Deja de pensar en ese hombre, Casie. No te conviene. No te hace bien. Es una fijación producto de tu falta de sexo. Es probable que tengas que pensar en reordenar tus metas. Un ligue que te haga recuperar el goce de su sensualidad. O un juguete sexual>>.

¡Eso, eso era! La revelación la excitó. ¿Cómo no lo había pensado antes? No estaba preparada para el estrés y los nervios de las citas y el sexo casual. Pero un consolador podía funcionar y la mantendría en la independencia y el control.

Era una tonta redomada por no considerarlo antes. Parecía un artículo de primera necesidad y necesario en la mesita de noche de cualquier mujer soltera hoy. O casada, ¿por qué no? Ella no había pensado en algo así durante su matrimonio, claro, incluso a pesar de la falta de orgasmos que caracterizó cada maldito intercambio sexual con su ex.

Si él hubiera encontrado un vibrador en su casa la habría golpeado sin piedad. El miedo y el acoso posteriores, el deseo de recuperar la vida la habían atosigado y había postergado su satisfacción. Cuando todo parecía bien, aparecía Kaleb Monahan y echaba todo a perder, resopló fastidiada.

—Ahí va él y cae en mi tienda, espléndido y en el cenit de su apostura, para arruinar mis noches y hacerme pensar en cosas que no debo.

Esta cruda necesidad sexual que la hostigaba era su culpa. No era casualidad que esta hubiera despertado hacía pocos días.

—Enfócate, Casie. Piensa, planifica, te ha ido bien haciéndolo. Tienes una necesidad. Okey. Elabora estrategias para satisfacerla. Bien…—se incorporó a medias en la cama y sintió que un leve dolor comenzaba a extenderse desde la base de su cráneo—. Está visto que masturbarte funciona, pero quieres más.

Atreverse a usar sus manos para satisfacerse había sido un desafío, considerando que había sido criada en el seno de su familia donde lo sexual estaba vedado y las mujeres tenían un rol concreto que se restringía al hogar, cuidando al marido. Su casamiento había sido recibido como el mejor premio y halago y sus padres se habían sentido extremadamente felices al pensar que ella estaba segura y a salvo con alguien que la amaría y cuidaría. Por eso agradecía que no hubieran tenido que presenciar la derrota y el fracaso que había sido su matrimonio colapsado en el medio de un escándalo.

Tanto como los extrañaba día a día y su muerte la había golpeado duro, sentía que de estar vivos considerarían que la que había fallado era ella. Hubo momentos en que lo creyó, días en los que había sopesado la idea de que eran sus escasas dotes y habilidades las que obligaban a su ex a sacudirla o hablarle de formas humillantes.

—No más, Casie. Eres independiente y tienes derecho a tus orgasmos.

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