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CAPITULO 6 Agradezco la oferta

¿Había estado conteniendo la respiración? <<Wooow, esto es un sueño húmedo hecho realidad. Una sumisa en estado natural, dormida, esperando que alguien la despierte de su letargo>>, pensó, con la libido elevada al máximo. Estaba al borde de un orgasmo mental solo de pensarlo y mirar sus reacciones.

—Estoy considerando adquirir un vehículo, cuando las ganancias me lo permitan. Ya llegará el momento. Primero debo establecerme.

—¿No eres de por aquí?

Kaleb seguía a un lado de su vehículo, dando largas a una conversación que a todas luces parecía inocua y poco interesante, pero no podía sustraerse de observarla y saber más. Ella lo atraía, convocaba su curiosidad y despertaba su sexo.

Lo extraordinario era que no había nada particularmente destacable a simple vista, salvo el conjunto. Ella era espontaneidad, naturalidad y el epítome de una mujer común. Kaleb estaba poco acostumbrado a lidiar con mujeres que no tenían como objetivo seducirlo o vincularse a su círculo adinerado o de poder.

—No, en realidad no. Hace un año que estoy aquí, a medias instalada en un apartamento y enteramente entregada a hacer crecer este negocio y volverlo sostenible.

—¿No has considerado una campaña de marketing sostenida y agresiva?

—No he considerado nada que implique desembolsos importantes. El boca a boca está funcionando bien y proveer a familias como la tuya sin duda me dará el espaldarazo que necesito.

Ella sonrió y Kaleb miró con fascinación esos labios que se distendían mostrando unos dientes blanquísimos y pequeños, entre los que asomaba la punta de una lengua sonrosada.

Esto lo erotizó más que las escenas del club Belt. Esos pequeños gestos inocentes y sin intención de seducir que emanaban de ella se transformaban de inmediato en jodidamente sexis para su mente dañada por tanto BDSM, pensó.

—Normalmente las personas de negocios gritan sobre lo bien que van y la gran repercusión que están teniendo sus productos—le sonrió.

—Seguro que si te dijera algo así tu encontrarías que es una falsedad de base y no tiene mucho sentido—argumentó, sin abandonar el tono suave y la sonrisa dulce—. No me va nada mal, en verdad.

—Probablemente—dijo él—. ¿Trabajas sola? ¿No tienes un compañero, un socio, un esposo?—inquirió con curiosidad malsana.

—Oh, no, no—negó con vehemencia un poco desmedida, su rostro un tanto más serio— Soy solo yo en la cocina y dos empleados que me asisten. Pero no tuve corazón para cortarles el fin de semana.

—Oh, touché—dijo él, sonriendo—. Temo que a los Monahan nos faltó ese órgano cuando te condenamos a trabajar para complacernos.

Su bonito rubor lo volvió a sorprender y divertir.

—No, no. Para nada fue una queja, no me malinterpretes… Lo hice encantada, no me negaría y…

—Detente—comandó, probando otra vez la autoridad y ella volvió a obedecerlo, su boca una adorable O—. No es necesario que estés a la defensiva. Volviendo a tu negocio, si en algún momento necesitas o consideras expandirte y apostar por el marketing, estoy a tu servicio.

—Seguro que no podría pagarte—dijo ella con calidez— Tu apellido, tu coche y tu ropa me dicen que tendría que hornear muchos domingos para poder pagar por tu asesoramiento.

El enfado que se gestó en su pecho se diluyó de inmediato al entender que no había encono o malevolencia en el comentario. Ella simplemente establecía lo que era obvio. La observó, pensativo. Su ofrecimiento había sido espontáneo y lo mantenía. Había mucho que podía hacer por ella.

—Cada tanto me gusta desafiarme y comprobar que mis habilidades son efectivas. En el ambiente en el que nos movemos llegamos a ponernos demasiado cómodos y creamos falsas ideas sobre nosotros mismos—le hizo un guiño.

—Pareces por entero conforme dentro de tu piel—dijo ella y de inmediato tapó su boca y él lanzó una carcajada— Lo lamento, mi boca…

—Bonita y deja filtrar lo que piensas. Me gusta.

Ella lo miró y se movió incómoda sobre sus pies.

—Agradezco la oferta. La consideraré.

—Hazlo. No dudes en contactarme—tomó una tarjeta de su billetera y se la extendió.

—Gracias. Bueno, agradezco la oportunidad y espero que disfruten mis productos. Hazle saber mi agradecimiento a Sharon.

—Mis disculpas—él se percató entonces de que no había arreglado el pago— Aún no te pago.

—Ya está saldado—le sonrió— Tu hermano Aidan lo hizo por anticipado.

—Bien. Un placer, Kelly—extendió su mano, que absorbió la pequeña. La sostuvo un tanto más de lo necesario— Hasta pronto.

—Hasta pronto, Kaleb.

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