La confirmación de Nant, un "sí" susurrado con la certeza de un alma entregada, fue la chispa que encendió la hoguera. Yago, al oír que su amada estaba lista y segura, que su deseo era tan profundo como el suyo, no perdió un solo instante. Su rostro, antes marcado por la seriedad de la pregunta, se transformó en una expresión de pura pasión. Se inclinó sobre ella, sus ojos fijos en los de Nant, y sus labios, que ya conocían la dulzura de los suyos, se posaron en su boca en un beso que no era solo un contacto, sino una promesa de lo que estaba por venir. El beso se profundizó, volviéndose voraz, una danza de lenguas que exploraban cada rincón, cada sabor. Nant le correspondió con la misma intensidad, sus brazos rodeando el cuello de Yago, atrayéndolo más cerca, como si quisiera fundirse con él.Pero Yago no se detuvo ahí. Con una maestría que revelaba su profundo conocimiento del cuerpo de Nant, sus labios se deslizaron desde su boca, descendiendo por la delicada curva de su mandíbula
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