Alessia se echó hacia atrás, el corazón desbocado en el pecho, asustada como una presa acorralada. Después de todo lo que había escuchado, después de las palabras que Lucien le había escupido al rostro como cuchillas, no deseaba nada de él. Nada… y, sin embargo, sus labios la buscaban con una necesidad feroz, y su cuerpo, su maldito cuerpo, comenzaba a traicionarla.—No… —susurró débilmente, mientras lo empujaba con manos temblorosas—. No quiero esto… no ahora…Pero Lucien, ciego de deseo y alcohol, no retrocedía. La besaba con una pasión tan primitiva que desarmaba cualquier resistencia. Sus brazos fuertes y calientes la atraparon con facilidad, envolviéndola en una prisión donde no había escapatoria, solo calor, piel y el perfume salvaje de menta y vino. Ella sentía que su voluntad se resquebrajaba como cristal bajo sus caricias.Intentó alejarse una vez más, pero ya era tarde.Cuando fue consciente, ya estaba recostada sobre la cama, su cuerpo rendido, atrapado bajo el peso tibio y
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