Ecos de la RealezaLa fría humedad de la celda ya no era mi enemiga, sino mi confidente. El alfil de cristal, ese pequeño colgante que la guardia de Calix me había entregado en secreto, era una llave a un pasado que se negaba a permanecer enterrado. Mis dedos, acostumbrados a la delicadeza de los hilos, ahora recorrían las finas tallas del cristal, buscando patrones, inscripciones ocultas, cualquier eco de la verdad que mi madre adoptiva me había ocultado. Las palabras de Calix, "Busca la verdad en el pasado", resonaban en mi mente como un eco constante.En la oscuridad, recordé las historias de mi infancia, no las que me contaron los Lancaster sobre su linaje, sino las que mi madre adoptiva me susurraba en las noches, sobre tierras lejanas y reyes olvidados. Ella, una mujer de la nobleza, conocía los secretos de la corte, los hilos ocultos que tejían el destino del reino. Había algo en su mirada, en la forma en que me miraba, que siempre me hizo sentir diferente, no solo por mi marca,
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