La noche cae sobre la mansión, y mi esposa se dirige al comedor para cenar, dejándome solo en la habitación. Espero pacientemente a que regrese, pero pasan las horas y no aparece. Me empiezo a sentir inquieto y decido ir en su búsqueda.Después de preguntar a algunos sirvientes, descubro que se encuentra en la habitación que le asignaron cuando llegó a la mansión. Me dirijo allí, y al entrar, la encuentro sentada en la cama, con una expresión de enojo en su rostro.—¿Qué haces aquí? —le pregunto, intentando sonar calmado.—Es obvio, ¿no? —responde, con una voz cortante—. Voy a dormir aquí.—Tú y yo estamos casados —le digo, intentando acercarme a ella—. ¿No deberíamos compartir habitación y cama?—¿Para qué? —pregunta, con una risa sarcástica—. No vamos a actuar como si fuéramos una pareja de verdad, ¿verdad? No somos recién casados enamorados.Me acerco a ella, intentando tomarla de la mano, pero ella se aparta.—Yo no estoy actuando —le digo, con sinceridad—. Yo quiero que eso pase.
Leer más