Emma apenas podía enfocar el camino. Sus manos temblaban aferradas al volante, la sangre seca de Damián manchando su piel, sus uñas, su ropa. No sabía adónde más ir. Solo pensaba en una cosa: Clara. Su hermana, su único punto de cordura, alguien que podría ayudarla… aunque no pudiera entender nada de lo que estaba ocurriendo.Llegó a su casa casi a medianoche, aparcó sin apagar las luces del coche y salió tambaleándose, aún en shock. Golpeó la puerta con fuerza, como si algo invisible la persiguiera.Clara abrió alarmada, apenas con una bata y el cabello recogido en un moño desordenado. Sus ojos se abrieron como platos cuando vio a Emma, cubierta de sangre, con el rostro descompuesto y la mirada deshecha.—¡¿Emma?! ¡Dios mío! —exclamó, tomándola de los brazos—. ¿Es
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