A la entrada del hangar, dos hombres corpulentos les hicieron un gesto sin palabras. Martín los conocía; Clara no. Los arreglos ya estaban en marcha. Un mechero encendió la oscuridad por un instante cuando uno de los hombres le ofreció un cigarrillo a Martín, quien lo aceptó por inercia, no por gusto.Dentro, un avión privado esperaba con la puerta abierta, y junto a él, sobre una mesa metálica, había carpetas, un maletín y una pantalla portátil. La escena parecía sacada de un film: fría, calculada, eficiente.Martín se acercó a la pantalla y la encendió. La imagen mostró un rostro que Clara reconoció al instante: fotos antiguas, recortes de prensa, gráficos financieros. Luego, una secuencia que parecía un diario: reuniones, firmas, aperturas de cuentas. Una voz en off, la de Martín en una grabación vieja, se escuchó con claridad inesperada.—En 2009 pensamos que la economía se iba a reordenar —decía la voz—. Los documentos importan, sí, pero las personas... las personas mueven legado
Ler mais