La sala estaba llena de murmullos, carpetas abiertas y laptops brillando con luces tenues. A un costado, la maqueta que tanto había cuidado durante meses descansaba sobre una mesa de cristal. Y frente a ella, la pantalla proyectaba su propuesta arquitectónica con trazos firmes, imágenes precisas y una línea de concepto que llevaba su esencia: “Los espacios que abrazan”.Sofía se encontraba de pie al centro del aula magna, con las palmas ligeramente sudadas y los pies clavados al suelo como columnas. El vestido azul que Naven le había regalado caía perfecto sobre su figura. Los pendientes brillaban con discreción, pero era su voz, serena y firme, la que marcaba el ritmo.Cada palabra que salía de su boca era el resultado de años de estudio, esfuerzo y noches sin dormir. No solo hablaba de muros, planos y estructuras; hablaba de hogares, de luz natural, de emociones contenidas en espacios. Arquitectura para vivir, no solo para habitar.Sus padres estaban sentados en la primera fila, ate
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