La biblioteca estaba sumida en un silencio espeso, roto solo por el leve chisporroteo de la chimenea. Logan permanecía sentado en una vieja silla de respaldo alto, los codos apoyados en las rodillas, los dedos entrelazados y la mirada clavada en el suelo. La penumbra cubría su rostro, dejando ver apenas la línea de su mandíbula tensa.Un suave crujido de la madera anunció que alguien había empujado la puerta. Jacob entró con paso firme, su silueta recortándose contra la luz del pasillo.—¿Qué sucede? —preguntó, con el tono bajo, pero cargado de alerta.Logan levantó la cabeza un instante, luego se puso de pie y caminó hacia la puerta. La cerró con un movimiento seco y giró el pestillo. Después, se inclinó hacia un lado, comprobando con una mirada que nadie más estuviera cerca.Jacob, que no apartaba los ojos de él, arqueó una ceja.—¿Qué pasa, hermano? —dijo, esta vez en voz aún más baja, mientras empujaba la puerta para cerciorarse de que quedaba bien cerrada.Logan se dejó caer de
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