El sol salía completamente sobre los extensos bosques que rodeaban la manada Tormenta. El cielo, cubierto de nubes densas, presagiaba una tormenta, pero Luca no se inmutaba. Permanecía agazapado entre los árboles, oculto tras un manto de hojas secas y ramas gruesas. Sus ojos, intensos y cargados de ansiedad, observaban con atención los movimientos dentro del territorio. Desde la distancia, podía ver las luces de las cabañas y, en su pecho, el corazón le golpeaba con fuerza.—Muy pronto te veré, hermanita —susurró con voz ronca, casi como una promesa sagrada—. Y te sacaré de ahí.El lobo dentro de él gruñó con impaciencia. Llevaba semanas siguiendo los rastros, evitando patrullas, esquivando enfrentamientos, todo por verla. Por tener la certeza de que estaba viva. Pero sabía que no podía cruzar sin más, no mientras la manada Tormenta la tuviera bajo su poder.Un crujido seco a su derecha lo alertó.Luca se tensó de inmediato, los sentidos agudos. Giró el rostro, y sus ojos se cruzaron
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