Livia—¡Ven aquí, perra! —gritó el hombre detrás de mí. No me detuve; corrí hasta llegar a la puerta doble y, de prisa, apunté la clave de seguridad que tantas veces había visto. Estas se abrieron y entré, cerrándose justo en sus narices.—Mierda, mierda, mierda —llevé las manos a mi cabeza, sosteniéndola, la adrenalina todavía corriendo por mis venas, sin poder creerlo del todo. Estuve a punto de caer en sus manos. No tenía idea de quién era, pero estaba segura de que eran hombres de Darío.Todo mi cuerpo temblaba; quería vomitar, quería gritar y deshacer todo. «¿Qué está pasando?» Ni siquiera sabía nada de Matteo. Fuera lo que fuera lo que estuviera pasando abajo, era algo que había sido muy bien planeado. Hacer estallar su coche frente a su casa... esa era una declaración abierta. Solo esperaba que no hicieran estallar todo.El ascensor se abrió y, por inercia, retrocedí, lista para correr al balcón y tirarme por él. «Primero muerta» era mi promesa, y pensaba cumplirla.—¡Livia! —e
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