—Fue por tu culpa —repitió Jared con absoluta frialdad—. Fuiste tú quien lo llamó, justo cuando Danilo conducía en plena curva, en plena noche. Él, como siempre, quiso atenderte, porque tú siempre eres prioridad, ¿no? Y por atenderte a ti, perdió el control.—¡Basta, tío! —exclamó Nadia, pero él no tenía intención de detenerse.—El coche se salió de la carretera —agregó él—. Iban rápido, muy rápido. Dicen que las curvas del asfalto eran largas e irregulares. Danilo frenó, derrapó, pero ya era tarde. Ellos volcaron y dieron tantas vueltas que perdí la cuenta cuando escuché el reporte. Y al final, explotó. El tanque no soportó el impacto. No hubo forma de salvarlos, murieron ahí mismo, carbonizados. Las llamas los consumieron antes de que nadie pudiera llegar. El cuerpo de Danilo apenas pudieron identificarlo por su reloj. Y todo por una llamada, tu llamada.Nadia se quedó paralizada, completamente atónita. La mandíbula se le aflojó apenas, y sus ojos se abrieron con incredulidad.No sab
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