Me incorporé con fuerza. No iba a permitir que me viera destruida, no después de la forma en que salió de mi casa esta mañana. Me duché, me maquillé con detalle, y escogí la blusa más elegante que tenía. Hoy iba a lucir como lo que era: una mujer fuerte, digna… aunque por dentro estuviera hecha trizas.Tomé un taxi, sin querer enfrentarme a la tristeza del bus. Al llegar a la empresa, el cielo parecía todavía gris, pero yo… yo entré con la cabeza en alto, firme, sintiendo que mis tacones marcaban el paso de mi determinación.Apenas pedí el ascensor, me arrepentí.Ahí estaba Fabián… junto a Gerard.Gerard. Su mejor amigo. Aquel que me conoció cuando esto parecía una historia de amor y no esta pesadilla sin fin. Él siempre fue amable, cariñoso… y recuerdo que incluso llegó a advertirle a Fabián que no me juzgara sin saber la verdad, que lo que ocultaba seguramente no era otro hombre, sino algo más doloroso.—¡Heyyyy, Ana! —dijo Gerard con una gran sonrisa, como si el tiempo no nos hubie
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