SoniaHabía entrado con el corazón destrozado en aquel edificio, pero al salir sentía que ya no estaba dentro de mi pecho. El dolor era tan profundo que me resultaba imposible creer que seguía allí, y no donde mi hermana y ese hermoso sobrino que me recordaba a mi pequeña y loca Elise.Cuando me metí en el auto, las piernas me temblaban y notaba el rostro sumamente caliente. Alessandro me atrajo hacia su cuerpo y me sentó en su regazo, mirándome preocupado. A pesar de la angustia que veía en aquellos ojos oscuros, encontré algo de paz.—¿Qué te sucede, mia principessa? —me preguntó con aquel acento italiano que tanto amaba—. ¿Todo fue…?—Todo era cierto —sollocé, hundiendo el rostro en su pecho—. Ese miserable la tiene ahí, tienen un hijo. Es hermoso, no es justo. Mi hermana, mi hermana, Andrei le cortó un dedo, le…—Calma, calma, amore —me pidió Alessandro, dándome un corto beso en los labios—. Ella será libre, y tú y yo podremos librarnos de él.—Sí —sonreí, aunque sabía que eso ser
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