Elizabeth. - Unos años atrás… — Estira la espalda… mueve tus caderas sin encorvarte… no dejes caer el libro de tu cabeza… No dobles tus rodillas. Eran algunas de las tantas frases que escuchaba de mi madre cuando era niña. — Estira tus brazos, Teressa y tú Lizzie deja de estar holgazaneando y tráenos un batido energético. — Si, madre. Qué suerte la mía, esto de ser el patito feo de la casa, con frenos y acné, lo normal para mi edad y andar en esos días donde te inflas como sapo, me salvaba de estar haciendo las mismas estupideces que mi hermana y ojo que no juzgo lo que ellas hacen, es solo que no va conmigo. Nací en una familia donde el físico es lo principal en una mujer, no su inteligencia, no sus habilidades, no su manera de pensar, tu cuerpo es lo que te llevará al éxito nada más, me exigieron desde muy pequeña a verme bien, siempre estar de punta en blanco, dientes blancos, cabello perfecto nunca grasoso ni con puntas abiertas, piel perfecta en cierto modo te vuelves ta
Leer más