Marcada Por La Bestia
Marcada Por La Bestia
Por: MONICAGHC
Excesos

Bastián. - 

Me remuevo entre las sábanas de la cama en dónde caí anoche y los resabios de lo que pasé vienen como pequeños flashes a mí memoria… 

—Hola, guapo. 

La morena de ojos verdes como aguamarinas y curvas perfectas se sienta a mi lado en la barra del bar. 

—¿Qué le sirvo a la dama? —pregunta el bar tender y la mujer me mira a mí como si yo supiera lo que desea. Eso lo tengo claro, a mí, pero primero quería disfrutar un poco de mi whisky de 25 años. Me tengo que regodear a veces, no soy tan fácil como todos creen. 

Ella sí. 

—Una copa de champagne para la señorita, Lewis. 

—Excelente elección, señor Walker. 

Y ahí estaba la trampa, la zorrita tenía claro quién era yo y después de la copa la haría pagar por su osadía de acercarse a mí… 

Los besos desesperados, su cuerpo pegado al mío en el ascensor del hotel y los gemidos que se escapaban de los labios de la morena eran música para mis oídos, estaba caliente y con mi miembro listo para la acción. 

Apurado por llegar al cuarto, la tomé en mis brazos como una muñeca de trapo y la lancé sobre mi hombro. 

—Oh, Bastián… 

Entré a la habitación del hotel con la mujerzuela esa y la lancé en la cama, esto era solo sexo, lo que yo quería, una descarga y ya. Soy un verdadero hijo de puta y no me malinterpretes, Mi madre a veces lo es.  

Llevaba unas semanas intensas en mi trabajo y no me había podido aprovechar de las futuras candidatas, pues mi hermana me tenía preso entre el negocio familiar y sus preparativos para la boda, pero hoy me escapé de tanto tul y pruebas de vestidos de novia. Necesitaba una buena follada. 

—Al diablo con eso. 

Saqué de mis pensamientos a mi dulce y tierna hermana y me dediqué a los dulces placeres del sexo, la lujuria y esas piernas largas que me llamaban para alzarlas sobre mis hombros. 

Me desnudé rápido y enfundé mi miembro en el condón que saqué del bolsillo de mi pantalón. La mujerzuela abrió sus piernas y me deleité con su coño desnudo, estaba lista para mí. 

—Qué suerte la mía —sonreí ladinamente, mientras camino hasta llegar a ella y me arrodillé en la cama, su respiración era entrecortada, la ansiedad de tenerme dentro de ella en sus ojos era palpable y le di en el gusto.

Entré de golpe en su cuerpo, ¿me importó su gemido de dolor? Ni una m****a, ella estuvo dispuesta a abrirme las piernas, ahora que se aguantara.

Sabía lo que tenía entre mis piernas y lo que producía en las mujeres, pero yo no era el príncipe azul que las preparaba para que estuvieran listas, eso no era para mí. 

Su cuerpo me recibió y escuché el primer gemido, mientras sus uñas se clavaron en mis hombros por la intensidad. Con cada estocada los gritos ahogados por mi boca me prendían más y más. Cuando ya me aburrí de ver su cara de sufrimiento la di vuelta y volví a entrar sin previo aviso, bombeé buscando mi propia satisfacción y la sentí desplomarse. Seguí con unas estocadas más y me liberé. 

Salí de su cuerpo y le palmeo las nalgas. 

—¿Otra ronda más, zorrita? 

Así estuvimos toda la noche, había sido una buena tanda de sexo, pero el cansancio y el alcohol en mi cuerpo me llevaron al mundo de los sueños… 

—¡Maldita sea! Debo dejar de beber tanto. 

Son cerca de las ocho de la mañana y es mi cumpleaños, la resaca me tiene con un dolor de cabeza de la puta madre. Me levanto de la cama, sin importarme mi desnudez y busco en el minibar una botella de agua, mientras bebo a grandes sorbos noto el desastre que hay en la habitación, por suerte no era mi apartamento. En eso, la morena se remueve en la cama, al parecer se despertó al no sentirme cerca y ahora me ve con ganas de querer más de lo que le hice.  

—Hola cariño, estuviste fantástico en la noche ¿Te gustaría repetir? 

—¡LARGO! —doy el primer bramido y espero que entienda.  

—¿Qué? Pero si la pasamos tan bien.  

—¡TE DIJE QUE TE LARGUES! — No tengo mucha paciencia y ya le había dicho que se fuera, como no me hizo caso la tomo por el brazo y sin un ápice de remordimiento la llevo casi volando a la salida de la habitación, abro la puerta y la lanzo sin preocuparme de que ella también está completamente desnuda.  

—¡MALDITO! ¡ENTRÉGAME MI ROPA, POR LO MENOS! —busco sus cosas y las llevo a la puerta, con unos cuantos billetes que saqué de mi billetera, se las lanzo y vuelvo a cerrar de un portazo.  

—¡AHÍ TIENES, PUTA! Para que aprendas que con Bastián Walker nadie se mete.  

—¡DESGRACIADO!  

Ese era yo, un bastardo, desgraciado, hijo de puta, maldito y animal entre tantas formas de decirme ya había perdido la cuenta, pero las mujeres para mí no eran más que desechables, como los condones que veo regados por el suelo. Así pasaba mis noches, entre piernas desconocidas, solo satisfaciendo mis instintos animales, pues para mí no existía el amor, esa palabra no estaba en mi vocabulario. 

Me muevo aún embotado por todo el alcohol que bebí anoche para poder follarme a la morena, por suerte había dejado de consumir drogas, pues a mi cuerpo le estaban pasando factura y porque Bella me había descubierto.  

Sin nada en que más preocuparme, entro en la ducha y abro el grifo del agua frìa, necesito sacarme el olor a perfume barato que tiene mi cuerpo y correr a mi casa, era mi cumpleaños y mi hermana me debe estar esperando. 

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