Bastián. -
El sonido del cuero de los guantes al chocar con el saco de boxeo resuena en el aire, creando una sinfonía de fuerza y determinación.
Han pasado ya tres días desde esa noche. Y cada cosa que hago vuelve a ella… Mi cabeza es un lío que no deja de pensar en el rostro de esa chica que salvé. No sé porque no puedo olvidarla aunque pensar en ella calma mi atormentada mente, esa que grabó también su voz suave y dulce.
Golpeo una vez más el saco que cuelga en el centro del ring, respiro hondo, inhalando el olor a sudor y a goma, un aroma que ya se ha vuelto familiar y estimulante.
Hace años que no sé lo que es estar con una mujer, de hecho hace años que no sabía lo que era tener una erección hasta verla a ella, he estado inmerso en mi depresión por tanto tiempo que perdí todo el entusiasmo de sentir atracción por el otro género. Además, sigo pensando que son inútiles y desechables. Con esta cara ¿quién se enamoraría de mí?
Y no me alegra para nada pensar en eso, una mujer con esa belleza nunca se fijaría en alguien como yo, sigo teniendo dinero y mucho, pero el solo hecho de dormir con alguien con mi aspecto es impensable. Para las mujeres a las que siempre estuve acostumbrado, mujeres precisamente como ella. Bellas, pero sin cerebro. Estoy seguro que aunque le pagase, su cara de asco no la podría soportar.
Los músculos te van a explotar si sigues ejercitándote así – Doy un último golpe antes de escuchar la voz de mi hermana Bella.
— ¿Qué haces aquí Bella? Te he dicho que me informes cuando vengas –Suelto molesto, poniendo el amarre del guante en mis labios para soltarlo.
— También me alegra verte, querido – Me mira fijamente, sé lo que ve, en este momento no llevo el parche en donde debería estar mi ojo, a pesar de los años no se acostumbra al igual que yo. Además que refleja su infelicidad por haberle arrebatado al amor de su vida una noche antes de su boda.
— Tengo el parche allí – Le señale la banqueta. – Dámelo por favor – Le pido mientras sigo quitándome las vendas que envuelven mis manos.
— No tienes que ponértelo delante de mí – La miro con seriedad, me bajo del ring y busco yo mismo el parche, me lo coloco dándole la espalda.
— ¿Qué haces aquí? – Vuelvo a preguntar, pero ahora con un tono menos seco.
— Vine a verte, te extraño hermano ¿Cuándo saldrás de esta depresión? Han pasado tres años…
— ¿Crees que no cuento el tiempo? – El tono de mi voz sale de manera brusca. –Tres años, seis meses, veinticinco días, doce horas y treinta minutos ¿Quieres que te diga los segundos también? – Me giro y veo su semblante sus ojos están llenos de lágrimas – ¿Por qué me martirizas con tu presencia? – Abrió los ojos sorprendida, por el gesto una lágrima se deslizó por su mejilla – Arruiné tu vida, la de Cory y la de todos.
— Fue un accidente y nunca te he culpado.
— Pues deberías, porque fue mi culpa todo lo que sucedió esa noche, Bella. Nadie volvió a ser el mismo por mis decisiones y Cory… – Solo decir su nombre me quitaba el aliento – Nunca volvió.
— Tienes razón Bastián nadie olvidará ese día, es doloroso siempre lo será, pero… tú y yo seguimos aquí Cory no habría querido esto.
— ¿De verdad? Porque hasta ahora no he sabido que salgas con alguien más ¿Crees que no sé qué visitas su tumba a diario? – Se quedó en silencio con la mirada en el suelo. – No me hables de avances Bella, porque al igual que yo no superas su muerte.
Me dolía profundamente el alma su sufrimiento, incluso podía sentirlo, somos gemelos sentimos lo que le pasa al otro, por eso quería alejarla de mí lo más que pudiera, quería que ella avanzara, que hiciera su vida con otro hombre, ella creía en el amor y después de esa noche dejó de hacerlo.
— Vine porque el tío A.J. tiene pensado realizar el concurso este año –Comenta cambiando drásticamente el tema. –Tenemos muchas empresas, pero Star Beauty era la base de todos nuestros negocios, no creo que él sepa manejarlo como lo hacías tú, deberías ocupar tu puesto, nuestro padre querría eso.
— Pero nuestra madre no ¿O se te olvidaron sus palabras? Un hombre hecho una bestia deforme no puede dirigir una empresa donde la belleza es lo más importante.
— Ella no es quien para decidir, Bastián. Tú y yo somos los únicos herederos, nunca debiste firmar ese poder.
— No se hablará más del tema, Bella. Que hagan lo que quieran, A.J. es quien está a cargo ahora –Le pasé por un lado dejándola en medio de mi gimnasio. No iba a discutir con ella sobre lo que hice hace tres años con la empresa familiar.
Cuando mi madre vio en lo que me había convertido fue un shock para ella, podía sentir como se avergonzaba de mí, no dejaba que nadie entrara a mi habitación en la casa familiar, ni siquiera me miraba cuando me hablaba, fue doloroso, la mujer que se supone debía amarme sin ninguna condición me evitaba y esas palabras, las que le dije a Bella las escuché una noche cuando hablaba con mi tío A.J. y le suplicaba que se hiciera cargo de la empresa.
Fue cuando decidí traspasar parte de la fortuna que había heredado de mi padre a un fondo de inversiones, compré esta casa bastante alejada de la ciudad y me encerré. Mi madre no ha venido a visitarme ni una sola vez, tampoco me hace falta siempre ha sido superficial… Como yo. Fue ella quien me enseñó a ser lo que era, un hombre sin respeto por los sentimientos.
Entré a mi habitación y me quité la ropa, necesitaba sacarme la molestia de encima, al igual que el sudor que caía por mi piel. Me metí a la ducha, dejando caer el agua fría sobre mis músculos y una vez más el rostro de esa chica aparece en mi mente. Mi cuerpo reacciona de inmediato, más que sentirme feliz por saber que sigue activo lo que se hace presente es la frustración y la rabia, no me queda de otra que rodear mi longitud con mi mano y empiezo a bombear con desesperación, cierro mi ojo pensando en los suyos imaginando lo que sería tenerla en mi cama, la necesidad de sentir su piel junto a la mía, mi agarre se intensifica dejando escapar toda mi semilla sobre el azulejo, mientras un rugido sale de mi garganta por la pequeña satisfacción que mi cuerpo siente en este momento.
Debo olvidarme de ella, tengo que hacerlo, nunca se fijaría en un monstruo como yo… Es hora de que lo aceptes de una vez, Bastián Walker.