Bastián. -
Observo a la rubia moverse contra mis caderas en el pequeño espacio que nos da este depósito, su delicioso coño succiona mi miembro con maestría y me dejo querer. Hoy es un día especial. Cuando acabo liberándome salgo de ella, me quito el condón y comienzo a arreglarme tranquilamente, mientras ella baja su vestido y luego, con sus manos peina la maraña que es su cabello; antes de salir me sonríe guiñándome el ojo, mientras yo subo el cierre de mi pantalón después de esta sesión de sexo y pensando qué más iba a hacer para seguir celebrando, afuera la música hace que las paredes retumben en el reducido espacio. Esta será una larga noche.
— ¡Feliz cumpleaños Bastián Walker! – se acerca nuevamente a mi moviendo sus caderas de manera seductora – ¿Quieres que te dé mi número? Nos podemos divertir de nuevo, cariño – se apresura a decir, pero la detengo de inmediato, veo que me conoce, pero no sabe mis reglas.
— Lo siento pequeña, pero yo no repito mujeres ni condones, ese es mi lema –Pellizco su mejilla y le guiño el ojo con descaro, mientras salgo del depósito dejándola con las palabras en la boca.
¿Creía que no conocía a las de su clase? Todas son iguales, unas verdaderas zorras y no merecen mi atención. Soy un hombre al que le gusta la diversión y el sexo casual, demasiado casual para el gusto de cualquiera, un polvo, máximo una noche y luego adiós. No me interesa en absoluto atarme a una sola mujer, porque para ser sincero no creo poder conformarme solo con una. Es más, no ha nacido la mujer que pueda complacerme en todo, lo he visto en primera fila, no importa lo que haga una mujer para cumplirle a su hombre nunca será lo suficiente.
— Son todas tan básicas -sonreí al ver a otro hermoso espécimen que me mira desde la barra y que levanta su copa para saludarme, pero tendrá que esperar porque me encuentro con mi peor pesadilla.
— ¡Ahí está mi amigo, el cumpleañero! –Mi mejor amigo, hermano y futuro cuñado. Todo en ese six pack de dulzura desmedida, Cory. Quién se me acerca con un trago en la mano sonriendo e intuyendo lo que estaba haciendo –. Veo que sigues en tus andanzas, pilluelo –Dice cuando ve salir detrás de mí a la rubia que me cogí hace un momento y que ahora está furiosa por lo que le acabo de decir.
— ¿Por qué habría que cambiar? –Me encojo de hombros. –Además es mi cumpleaños y créeme no será la única esta noche—brindo hacia la castaña y sonrío con suficiencia—¡Vamos a celebrar!
— Lamento ser un aguafiestas, pero te recuerdo que, tu hermana y este afortunado hombre –Se señala el pecho. –Nos casamos mañana y pasado mañana es la presentación a las candidatas del concurso, tus próximas víctimas –Me da un ligero golpe en el costado y sonríe quedo.
— Entonces disfrutemos un poco más, algo así como tu despedida de soltero. No seas malito.
— No, ya es suficiente, Bas. Además quiero descansar y tú has bebido mucho.
Por mucho que lo odiara tenía razón mi hermana gemela, la única que consideraba una mujer para respetar, iba a cometer el mayor error de su vida al casarse con su novio de la secundaria, y ese no es más ni menos que Cory.
Bella, mi pequeña hermana, a diferencia de mí, tiene un gran problema, es una romántica empedernida, de solo pensarlo se me revuelve la bilis y hago una arcada mental por su forma de pensar en que la vida está unida al amor.
Para los que me conocen, saben que mi familia es dueña de la empresa que patrocina y organiza los certámenes de belleza en todo el país, y para qué negarlo amo mi trabajo, las mujeres más bellas se rinden a mis pies y acceden a cada uno de mis deseos solo por quedar entre las elegidas, incluso si muevo un poquito mi meñique hacen lo que les pida para lograr avanzar dentro del concurso, claro que no siempre eso depende de mí, pero solo con eliminarlas del certamen me basta y me sobra, son absolutamente desechables para mí como el Kleenex que usan para limpiar sus malditas lágrimas de cocodrilo.
Ellas no tienen por qué saber que solo aparezco cuando se hace la preselección y que después es mi hermana Bella quien se encarga de todo lo demás, por eso me es fácil usarlas a mi antojo, todas creen que el gran Bastián Walker es la mente maestra del concurso y ven a mi hermanita como mi accesorio.
En este mundo lleno de superficialidad, el físico es lo que importa y lo que esas mujeres están dispuestas a hacer solo por una corona son un plus para mí. Así que ¿por qué no aprovechar mi estatus? Sería un imbécil si no lo hiciera.
— Tierra llamando a Bastián –Mi amigo me saca de mis pensamientos. –Debemos irnos –Le hago caso de mala gana y saco las llaves de Lamborghini. – No señor, esta vez yo conduzco, podrás tener agilidad para coger, pero no para conducir.
— ¿Tú vas a conducir mi auto? ¡Olvídalo, estoy bien! Igual estás tanto o más ebrio que yo, cariño.
— No tanto como tú, dame las malditas llaves o nos vamos en taxi – Primero muerto antes que andar en un asqueroso taxi, se me puede pegar la ordinariez.
Con la rabia de no poder cogerme a la castaña, camino achispado con mi amigo, pero en un acto de locura, me devuelvo y le dejo una de mis tarjetas.
— Llámame, preciosa. Te estaré esperando.
La castaña me mira sonrojada y solo asiente para meter la tarjeta en medio de sus pechos y yo vuelvo mis pasos dónde mi amigo,
— Eres insufrible.
— Lo sé y me encanta.
Salimos de la discoteca y a regañadientes, accedo de mala gana lanzándole las llaves que él alcanza ágilmente. Cuando nos subimos, el motor rugió con fuerza, Cory acariciaba el volante, podía verse la excitación en sus ojos, mi Lambo era un pedido especial y exclusivo, era el único prototipo que había en el país.
— Bueno que esperas vámonos, ya me aguaste mi cumpleaños, no quiero aguarle la despedida de soltera a mi hermanita quitándole a su novio esta noche.
Cory solo negó con su cabeza y arrancó pisando el acelerador, parecía un niño con su juguete nuevo y yo lo dejé, le estaba dando la oportunidad de ser libre por una noche y, de paso, disfrutar junto a él de su último día de soltería. Enfilamos rumbo a mi casa, mientras las luces de la ciudad eran testigos de nuestra carrera desenfrenada.
— Cory deberías bajar la velocidad – ambos éramos adictos a la adrenalina no lo voy a negar, pero un mal presentimiento se había instalado en mi abdomen y no era por todo el alcohol que había bebido.
— ¡Tranquilo mi hermano! –Y luego todo sucedió en un instante.
Recuerdo la sensación de velocidad, el viento golpeando mi rostro mientras Cory conducía por la carretera a más de 140 km por hora, de repente, un destello de luz y una sombra oscura se abalanzó sobre mí, no hubo tiempo para reaccionar, el estruendo del metal chocando contra algo resonó en mis oídos y el mundo se volvió un torbellino de cristales y metal la última imagen que vi fue la de mi propio reflejo en el cristal roto, antes de que todo se volviera negro.
De haberlo sabido antes, de no haber sido tan prepotente, tan orgulloso. Si hubiera mostrado más madurez, hacer lo correcto no dejar que Cory condujera estando ebrio, no estaría por pasar lo que marcaría mi vida y la de otros para siempre.
Desperté en medio de un caos ensordecedor. El sonido de sirenas y voces distantes me envolvía, pero no podía moverme, mi rostro ardía, como si estuviera en llamas, una mano me sujetaba con firmeza, pero el dolor era abrumador, intenté abrir los ojos, pero solo uno respondía. La confusión me invadió. ¿Qué había pasado?
— ¡Co…Cory! –Balbuceé en medio de mi dolor, pero nadie respondía solo escuchaba las voces de quién estaba a mi lado, sentí un piquete en mi brazo.
— ¡Tranquilo, estamos atendiéndote, te llevaremos al hospital! –Fue lo último que escuché antes de rendirme.