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El Despertar De La Bestia 

Tres Años Después. - 

Despierto sobresaltado en mi cama, bañado en sudor. Otra vez el mismo sueño se repite en mi mente. Mi vida se detuvo esa noche, esa en que no quise hacer caso a las señales. Ya han pasado tres años desde ese accidente y ahí me quedé estancado, oculto tras las sombras de aquello que no debió pasar, pero que me lo recuerda el reflejo en el espejo. No solo arruiné mi vida, sino que también la de los que me rodeaban. La felicidad de mi hermana fue empañada por mi tragedia y Cory… mi amigo, mi hermano. 

Tres años sin él… yo lo maté. Aun no entiendo por qué no fui yo el que murió esa noche… Por mi culpa mi hermana y la familia de mi amigo no volvieron a ser los mismos.  

¿Será que me merezco vivir así? ¿en esta miseria? Creo que por eso sigo vivo, para pagar mis culpas, aunque sea un maldito monstruo. 

Me levanto de la cama, inhalando lentamente el aire que siempre estaba denso en mi habitación. Observo la noche, de inmediato una punzada en mi rostro me hizo soltar un gemido de dolor, una vez más lentamente pasé mis dedos por mi rostro sintiendo las cicatrices que quedaron producto de la inmadurez y mis excesos y luego estaba… un lugar vacío, producto del golpe de un trozo de metal que terminó en mi rostro, perdí mi ojo derecho. 

La ausencia de mi ojo me hizo sentir incompleto, lo era ¿no? Fue como si una parte de mi alma hubiera desaparecido con él, yo vivía en un mundo donde el físico, la belleza y las apariencias eran lo único que importaba, donde se desechaba a los imperfectos y ahora el desechable era yo. 

Otras veces, me preguntaba si alguna vez podría volver a ser el mismo, pero el reflejo que ahora veía en el espejo era el de una “bestia” fría y desfigurada. Esa de la que todos hablaban.  

Mi accidente estuvo en las noticias por semanas, yo había sido un hijo de puta con la mayoría de las personas y después de ese día fue que comencé a pagar cada uno de mis pecados y con creces. 

Las marcas en mi rostro perfecto y hermoso habían sido la sensación en ese entonces obligándome a enclaustrarme en mi refugio, desaparecer del mundo. Ellas eran un recordatorio constante de que mi vida había cambiado.  

No puedo seguir aquí. 

El aire me exasperaba. Me levanté de inmediato y busqué en mi closet que ahora estaba lleno de monos y sudaderas, me vestí colocándome los tenis, abrí una de las gavetas donde guardaba el accesorio del que dependería el resto de mi vida. Un parche color negro que odiaba, pero con él puesto al verme en el espejo me odiaba menos o con eso intentaba convencerme, me coloqué la capucha sobre la cabeza y salí a correr.  

Chicago es una ciudad nocturna, pero me esforzaba en ocultarme lo que más podía, las pocas personas que lograban verme se apartaban, ahora no infundía placer, sino que asco, así que evitaba a toda costa que alguien me viera, nunca pensé que podría llegar a sentirme tan inseguro; corrí por la orilla del lago Michigan con la oscuridad cerniéndose sobre mí hasta que mis músculos dolieron, me detuve para tomar un poco de aire cuando escuché el grito de una mujer.  

Apresuré los pasos, hasta llegar a un sendero oscuro apenas iluminado solo por un poste y vi la escena que se presentaba ante mis ojos la chica estaba siendo atacada por un hombre que la amenazaba con un cuchillo sobre su rostro, no puedo explicar la furia que creció en mi interior con dos zancadas ya estaba sobre el tipo golpeándolo con fuerza quitándole el cuchillo, en medio de la pelea me quitó la capucha al verme el miedo se reflejó en su mirada y huyó corriendo como el cobarde que es.  

¡G…Gracias! –Oí su voz temblorosa que me hizo petrificarme, le estaba dando la espalda y temía darme la vuelta. – ¿Estás bien? –Preguntó con un atisbo de preocupación, su voz era como una melodía suave que me hizo estremecer. 

No deberías andar sola por estos senderos tan tarde –Dije aún sin girarme.  

Lo sé estaba concentrada en mi trote y en la música que… no miré por donde iba ¿Por qué no me das la cara? –Mi estómago se contrajo ante su petición, sabía que ella huiría como lo hacían todos los que me veían. –Vamos déjame verte –Me exalté cuando tocó mi hombro lo que ocasionó que me girará bruscamente y dejando mi rostro marcado frente a sus ojos, fue inevitable ver la reacción en su mirada, con la poca luz noté que sus ojos eran hermosos, ella era hermosa, pero yo… era un monstruo, una bestia que daba asco.  

Y…yo ya tengo que irme –Como todos salió corriendo, huyendo despavorida, como escudo me había propuesto no dar lastima sino temor así lograba medianamente protegerme de mis propios demonios. Cubrí mi cabeza de nuevo con la capucha y volví a encerrarme en mi refugio auto impuesto, con la diferencia que ahora me era imposible olvidar esos hermosos ojos.  

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