Elizabeth. -
Unos años atrás…
— Estira la espalda… mueve tus caderas sin encorvarte… no dejes caer el libro de tu cabeza… No dobles tus rodillas.
Eran algunas de las tantas frases que escuchaba de mi madre cuando era niña.
— Estira tus brazos, Teressa y tú Lizzie deja de estar holgazaneando y tráenos un batido energético.
— Si, madre.
Qué suerte la mía, esto de ser el patito feo de la casa, con frenos y acné, lo normal para mi edad y andar en esos días donde te inflas como sapo, me salvaba de estar haciendo las mismas estupideces que mi hermana y ojo que no juzgo lo que ellas hacen, es solo que no va conmigo.
Nací en una familia donde el físico es lo principal en una mujer, no su inteligencia, no sus habilidades, no su manera de pensar, tu cuerpo es lo que te llevará al éxito nada más, me exigieron desde muy pequeña a verme bien, siempre estar de punta en blanco, dientes blancos, cabello perfecto nunca grasoso ni con puntas abiertas, piel perfecta en cierto modo te vuelves también adicta, como mi hermana Teressa.
El linaje de las mujeres de mi familia versa que todas han estado en la pasarela o participado en certámenes de belleza, mi madre fue una de ellas al ganar el “Miss Star Beauty Chicago” y desde entonces siempre se ha creído una reina, que lo es, ya que mi padre siempre la ha consentido en todo.
En mi caso, me gustan otras cosas y, por suerte, mi hermana mayor ama todo lo que ama mi mamá así que en su afán de ser la mejor, por primera vez en años, estoy absolutamente libre de andar con una regla en la espalda para mantener mi postura correcta.
Preparo lo que me han pedido, mientras me como un palito de apio con un poco de salsa barbecue, ni me imagino lo que debe estar pasando mi hermana, ya lleva dos semanas a solo estos batidos y agua. Yo me muero sin comer, solo que a mí no me hace falta, pues mi genética es espectacular, me puedo comer una pata de cerdo y sigo siendo flaca y plana como una tabla, pero estoy en crecimiento ¿no?
Nuevos gritos de mi madre me hacen correr hasta la sala de prácticas que tenemos en casa y veo como mi madre le coloca la bendita regla a mi hermana.
— Debes mantenerte lo más erguida posible cariño, el certamen está a la vuelta de la esquina y tú debes ser la mejor.
— Mami, yo seré la ganadora, eso te lo puedo asegurar—dice con tanta confianza que se me erizan los vellos, es como si ya tuviera la corona en su cabeza.
Mi madre sigue con nuevas indicaciones para el desfile en la pasarela y ahí veo como mi hermana se coloca unos zancos, porque de verdad ¿quién podría usar esos zapatos?
Mi hermana, la perfecta princesa de belleza responde la absurda pregunta porque es ella la única capaz. Cada cosa que le pedía mi madre las hacía todas correctamente y justo hoy era el gran día para ellas dos mi hermana lo demostraba con creces.
— Aprende de ella Lizzie, tu hermana hoy será la reina más hermosa que ha tenido este certamen. Obvio, después de mí — necesito vomitar esos palitos de apio, es que mi madre jamás iba a cambiar.
— Lo sé, madre… Teressa es la mejor.
Digo entregándole el batido a mi hermana, que se lo toma de un solo trago, apretando su nariz con sus dedos para no olerlo…
Ese día estaba junto a mis padres, en el backstage del certamen, al ser mi madre una de las primeras ganadoras y la encargada de mi hermana había conseguido pases Vip para todos nosotros.
Mientras ellas estaban como locas, junto a las demás chicas, echando laca en las nalgas de mi hermana para que el traje de baño no se moviera yo estaba sentada comiendo una rosquilla Zero grasa, insípida y descolorida.
Los gritos de todo el mundo se detuvieron y un aire frío se instaló en el gran camerino que acogía a las postulantes y a sus asistentes. De reojo vi pasar a tres personas, dos hombres uno demasiado alto para mi gusto y una mujer en el centro que trae la corona del concurso en un cojín adecuado para ella.
— Buenas noches, chicas. Estoy muy emocionada de verlas tan contentas y hermosas como lo amerita la noche—dice la mujer, que por lo que veo debe tener la misma edad que mi hermana, con un vestido rojo pasión que la hace ver tanto o más hermosa que las chicas que postulan al cetro.
Las postulantes corren hacia ella como moscas a la miel para tocar la corona y uno de los hombres, el más fornido y debo decir que más guapo de los dos las detiene en el preciso momento en que mi hermana estira la mano.
— Es de mala suerte tocar la corona, preciosa—veo cierta complicidad en esos dos y me da un poco de molestia, no quiero ni imaginar que a ese tipo le guste mi hermana y no sé el porqué.
— Señor Walker, ¿ni siquiera tocarla? Es que ee tan hermosa—le pregunta una de las chicas.
— Ni siquiera eso, hermosura, pronto una de ustedes podrá sostenerla en su cabeza y será nuestra nueva reina — responde el hombre mayor, relamiéndose los labios como si estuviera hambriento.
Bufo aburrida y salgo sin que nadie me note, lo que no es nada difícil, estoy vestida demasiado desordenada, me gusta pasar desapercibida de estas cosas, no me gustan. Siento que las mujeres son un objeto y no el ser más preciado del mundo por lo que es.
Camino por los pasillos del gran salón donde se llevará a cabo esta noche el concurso, todos corren como locos de un lado para otro como si estuvieran a contra reloj.
— ¡Hey, muchacho!
¡¿Qué?! ¿Se refiere a mí? ¿Me dijo muchacho? Esto de verdad que era para reírme, si lo escuchara mi madre se muere, pero me mata primero en el proceso.
— Muchachito, no ves que te estoy hablando.
El hombre en cuestión me toma del brazo y me da la vuelta, chocando mi cara con su pecho ¡Es el tipo del vestidor! Su porte imponente y esos ojos como hielo que me miran con suspicacia me hielan la sangre, estoy frita.
— Muchachito, no escuchas lo que te estoy diciendo ¿Eres sordo?
— Lo…lo siento señor.
— Ve a la entrada a buscar los arreglos florales, ya no queda tiempo.
Es lo que me dice para dar la vuelta y seguir su camino y yo me río de medio lado.
— Sí, señor.
Dije más por cortesía que por otra cosa, no iba a sacarlo de su error.
Salí del lugar y mientras caminaba por los pasillos hasta la salida me volví a reír internamente.
— Me llamó muchacho, si lo escuchara mi mamá me deshereda.
Esa noche y como auguró mi hermana, ella fue nombrada la reina del Star Beauty Chicago, la mujer más hermosa de la ciudad y toda esa parafernalia, mientras yo miraba desde lo lejos como ella lanzaba besos al público pensaba.
¡Ni loca, estaría en su lugar!