Cuando Asha despertó del quirófano, todo era una neblina espesa de luces blancas, ruidos lejanos y una sensación de vacío imposible de describir.Por un momento, no supo si estaba soñando o si el dolor era real.Pero entonces lo vio.Bruno.Sentado junto a ella, con los ojos enrojecidos por el cansancio, pero con la misma mirada firme de siempre. Estaba ahí, tal como le había prometido, sin moverse, como si el tiempo no existiera, si no era a su lado.—Gracias… —murmuró ella con la voz rasposa, apenas un susurro—. Gracias por no dejarme sola.Él tomó su mano con ternura, como si fuera de cristal. Se la llevó a los labios y la besó con devoción, con una dulzura que desbordaba amor contenido por años.—Nunca te dejaré, Asha. Pase lo que pase, aún te amo. Y lo haré siempre.Ella lo miró, atónita. No supo qué decir. Las palabras se le atoraron en el pecho. Pero le sonrió. Una sonrisa débil, rota, pero genuina. Era todo lo que podía dar en ese instante. Y para él, fue suficiente.***En la
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