El viaje hacia la tundra de Velgrath no era solo una travesía por tierras gélidas; era un descenso hacia las partes ocultas del pasado, especialmente del pasado de Kael.
La visión que Serena recibió en Lysenar había sido clara: el segundo fragmento lunar yacía en las profundidades del Santuario de Niveas, oculto en la región donde se veneraba al Lobo Blanco, un espíritu ancestral que había marcado la historia de la manada de Kael siglos atrás.
Pero había un problema.
Velgrath no era territorio libre. Era un lugar de exilio, custodiado por un grupo radical de licántropos que se habían separado de todas las manadas existentes tras una purga sangrienta. Y Kael… había sido uno de ellos.
La nieve caía con fuerza cuando Serena y Kael cruzaron los glaciares de entrada. La temperatura era inhumana, pero su sangre de alfa los mantenía firmes. Serena caminaba con paso constante, el relicario con el primer fragmento latiendo contra su pecho como un segundo corazón.
—¿Quieres hablarme de este lug