La Luna de Sangre había menguado, pero sus cicatrices seguían impresas en el cielo.
En los días siguientes al juicio, el Valle Rojo quedó deshabitado. Lo que había sido el escenario de la unión entre manadas ahora estaba cubierto por ceniza negra. La piedra del altar, agrietada por la aparición del espíritu, fue sellada por los sabios. Sin embargo, algo vibraba bajo ella. Algo que no dormía del todo.
El pacto fue celebrado por muchos, temido por otros.
Y en lo profundo del bosque, entre raíces retorcidas y árboles que no dejaban pasar la luz, una figura encapuchada caminaba descalza sobre la tierra húmeda. Su aliento formaba niebla aunque no hacía frío. Se detuvo frente a una charca de agua oscura y murmuró:
—Han despertado al primer Guardián. Qué imprudentes...
Su reflejo en el agua no era el suyo: era una bestia con cuernos y ojos blancos, que sonreía sin boca.
La Luna de Sangre había menguado, pero sus cicatrices seguían impresas en el cielo.
En los días siguientes al juicio, el Valle Rojo quedó deshabitado. Lo que había sido el escenario de la unión entre manadas ahora estaba cubierto por ceniza negra. La piedra del altar, agrietada por la aparición del espíritu, fue sellada por los sabios. Sin embargo, algo vibraba bajo ella. Algo que no dormía del todo.
El pacto fue celebrado por muchos, temido por otros.
Y en lo profundo del bosque, entre raíces retorcidas y árboles que no dejaban pasar la luz, una figura encapuchada caminaba descalza sobre la tierra húmeda. Su aliento formaba niebla aunque no hacía frío. Se detuvo frente a una charca de agua oscura y murmuró:
—Han despertado al primer Guardián. Qué imprudentes...
Su reflejo en el agua no era el suyo: era una bestia con cuernos y ojos blancos, que sonreía sin boca.
En Liria, la tensión era palpable.
Serena se mantenía firme ante su consejo de guerra, cuyos miembros no ocultaban sus dudas. Sentados en semicírculo, con capas oscuras y colgantes de piedra lunar en el cuello, la miraban como si esperaran que su decisión fuera un error.
—Unirnos a Thornclaw nos hace vulnerables —dijo Mayra, una estratega feroz con mirada cortante—. ¿Cómo sabremos que no planean infiltrarse y tomarnos desde dentro?
—No somos vulnerables por confiar, sino por temer demasiado —replicó Serena con voz firme—. El juicio de la Luna no puede ser falsificado. Si el espíritu fue sellado, es porque nuestro vínculo fue real.
—¿Y si fue solo un primer paso? —intervino otro—. ¿Y si lo que despertaron no fue una aprobación, sino una advertencia?
Un silencio espeso cayó sobre la sala. Serena cerró los ojos un instante. Su temple no flaqueó, pero sentía el peso del liderazgo hundirse en su columna como hierro líquido.
—Lo que sea que sellamos, no fue el final. Lo sé —admitió finalmente—. Por eso debemos prepararnos. No contra Thornclaw… sino contra lo que viene de fuera.
Mientras tanto, en el norte, en los bosques helados que eran el dominio de Thornclaw, Kael enfrentaba sus propios fuegos.
El consejo de los Machos Mayores se reunió en la Sala de Corteza, una caverna tallada en la base de una montaña, con muros cubiertos de huesos pintados con símbolos antiguos.
—La Reina de Liria tiene más poder del que aparenta —dijo Varg, el más anciano—. ¿Te has preguntado qué pasará si decide doblegarnos desde dentro?
—Ya no soy solo un Alfa —respondió Kael con calma—. Soy parte de una unión forjada por la Luna. Y ella es mi igual.
Las palabras provocaron un murmullo de desaprobación.
—Una igual —gruñó otro—. ¿Y qué pasa si no te corresponde en lealtad?
—Entonces caeré con ella —dijo Kael, sin dudar—. Pero no dejaré que el miedo nuble la estrategia. Los verdaderos enemigos no están en los tronos. Están en las sombras.
Y tenía razón.
Porque las sombras estaban más vivas que nunca.
A varios kilómetros del Valle Rojo, en lo más profundo de una región prohibida y silenciosa, se alzaban las ruinas del Monasterio de Virel —un templo abandonado tras una matanza que nadie quería recordar. Allí, los Hijos del Eclipse se reunían.
No eran una manada. No eran licántropos puros. Eran mutaciones. Herejes. Mezclas de sangre y rituales prohibidos.
Su líder, conocida solo como La Dama del Humo, era una figura encapuchada cuya voz parecía resonar dentro del cráneo de quienes la oían. Su cuerpo estaba cubierto de marcas negras que se movían como si respiraran.
—La unión ha comenzado —dijo a sus seguidores—. Y con ella, también el desequilibrio.
Un acólito se arrodilló.
—¿Atacaremos ahora?
—No. Aún no. Primero... infiltraremos. Corromperemos desde dentro. Cuando los líderes se crean seguros, haremos que duden de todo, incluso de sí mismos.
Extendió una mano, y de su palma surgió una esfera de sombra líquida. Dentro, las imágenes de Serena y Kael juntos se entrelazaban como presagios.
—Y luego, cuando la Luna vuelva a sangrar… no serán ellos quienes reinen.
Esa noche, Serena no pudo dormir.
Soñó con el altar resquebrajándose otra vez. Pero esta vez, en lugar de un solo espíritu, docenas emergían: cuerpos desfigurados, rostros cubiertos de vendas, bocas abiertas en un grito eterno. Entre ellos… una mujer con ojos verdes idénticos a los suyos.
—¿Madre...? —susurró Serena.
La mujer levantó una mano, ensangrentada, y señaló detrás de ella.
—La sangre que sellaste no es solo tuya —murmuró la visión—. El precio del pacto apenas se ha cobrado.
Serena despertó jadeando. A su lado, Kael ya estaba de pie, alerta.
—¿Lo sentiste también? —preguntó él.
Ella asintió.
Un escalofrío recorrió a ambos. Porque ahora lo sabían: algo más había sido despertado durante el juicio. Algo que llevaba generaciones durmiendo.
Y que los observaba.
En los días siguientes, informes comenzaron a llegar de todas las regiones.
Un grupo de jóvenes de Liria desaparecidos sin dejar rastro.
Animales salvajes atacando sin control, incluso a lobos transformados.
El bosque del norte, donde los árboles empezaban a marchitarse con una rapidez antinatural.
Kael y Serena convocaron una reunión conjunta en una región neutral, en el corazón del Bosque Blanco. Allí, frente a los jefes de clanes menores, comenzaron a hablar no como líderes separados… sino como una fuerza unida.
—El pacto no fue el final, sino el principio —declaró Serena—. Y lo que vendrá… requerirá más que alianzas políticas. Requerirá sangre, sacrificio y verdad.
Kael la observó con orgullo silencioso. Había visto en ella una reina poderosa. Pero ahora veía a una mujer que no solo cargaba con el peso del trono… sino con el de su linaje.
Sin embargo, incluso con todas las alianzas…
…ninguno de ellos sabía que en las profundidades del Inframonte, una prisión mágica que contenía a los lobos más antiguos y malditos, una de las puertas comenzaba a agrietarse.
Y del otro lado…
…una risa se escuchaba entre los muros.