La pantalla del móvil parpadeaba con insistencia. Una llamada.Leonard dudó en responder. Eran de madrugada, y la ciudad dormía bajo una lluvia fina que apenas tocaba las ventanas. Su pecho, aún agitado, se elevaba con dificultad. Tenía el rostro empapado y las manos temblorosas.Deslizó el dedo.—¿Hola?Hubo silencio. Y luego, un veneno que se deslizó por su piel sin ser visto:—Hola, Leonard. Te he extrañado tanto.El tiempo se detuvo.El agua del grifo seguía corriendo, pero no la escuchó. No escuchó nada, salvo esa voz. La de Elena. La misma entonación. La misma suavidad letal. La misma manera de pronunciar su nombre como si lo saboreara.Leonard tragó saliva. Sintió un nudo en el pecho, y con él… una ráfaga de aire frío que le erizó los vellos de la piel. Un vago recuerdo nubló su mente:"¿Sabes lo que me encanta de ti, Leonard?""Que no sabes decir que no."—¿Por qué me llamas? —preguntó con la voz tan baja que ni él se reconocía.—Oh, no seas frío… Estoy en Londres. Pensé que t
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