El amanecer se filtraba por las cortinas mal cerradas cuando Cassandra abrió los ojos. Por un instante, la desorientación la invadió. Aquellas no eran sus sábanas, ni su habitación. El aroma era diferente: una mezcla de madera, café y ese perfume que durante diez años había intentado olvidar. Thomas.Se incorporó lentamente, recordando la noche anterior. No había ocurrido nada físico entre ellos, pero la intimidad emocional había sido más profunda que cualquier contacto carnal. Habían hablado durante horas, como antes, como si el tiempo no hubiera pasado. Habían llorado juntos por primera vez desde su reencuentro. Y finalmente, agotados, se habían quedado dormidos en el sofá, ella acurrucada contra su pecho, él abrazándola como si temiera que fuera a desvanecerse.Thomas no estaba en la habitación. Cassandra escuchó ruidos en la cocina y supuso que estaría preparando café. Se levantó, sintiendo una extraña calma. La tregua silenciosa que habían pactado la noche anterior seguía flotand
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