El café de siempre sabía diferente. Cassandra observó el líquido oscuro en su taza, girando la cuchara sin propósito mientras el murmullo familiar de la cafetería "El Rincón" la rodeaba. Había regresado a su rutina después de aquellos días intensos, pero nada parecía encajar como antes.
—¿Más café, Cass? —preguntó Marta, la camarera que llevaba sirviéndole el desayuno durante los últimos cinco años.
—No, gracias. Con esto es suficiente.
Las mismas calles, los mismos rostros, las mismas conversaciones. Todo seguía igual, pero ella había cambiado. O quizás siempre había sido diferente y solo ahora lo notaba. El regreso de Thomas había alterado su percepción del mundo, como si hubiera ajustado un lente a través del cual veía su propia vida.
Pagó la cuenta y salió a la calle. El otoño comenzaba a teñir las hojas de los árboles que bordeaban la avenida principal. Emma estaba en la escuela, concentrada en su proyecto de ciencias, ajena a la tormenta que sacudía el corazón de su madre. Cassa