El lugar no era lo que Sofía había anticipado.Cuando Ethan Blake la invitó a “hablar en privado”, había imaginado una sala de juntas de cristal, una oficina con vistas a Manhattan o, tal vez, un restaurante exclusivo, donde la etiqueta era esencial. No esperaba encontrarse en una cafetería discreta de Brooklyn, con luces cálidas, paredes de ladrillo expuesto y el aroma reconfortante a canela flotando en el aire.Era sábado. Sofía había optado por unos vaqueros oscuros, un suéter de cuello alto y un maquillaje minimalista. Su cabello, recogido de manera despreocupada, revelaba que había dedicado más tiempo en elegir ese atuendo que en leer el contrato que la había traído hasta allí.Él ya estaba en el local, sentado en una mesa apartada. Frente a él, una taza de café aún humeaba mientras sus ojos permanecían apartados del móvil. Vestía de manera casual, pero con su propio toque distintivo: camisa negra con los puños arremangados, pantalones perfectamente planchados. Aun en ese ambient
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