Sofía se quedó paralizada.
No había archivos adjuntos. No había amenazas. Solo palabras que funcionaban como cuchillas bien afiladas.
Volvió a leer el nombre: Caroline. El de la foto. El nombre que Ethan no había querido mencionar del todo. El que convirtió su mirada en piedra por unos segundos.
Londres. 2016.
Sintió una presión en el pecho. ¿Era verdad? ¿Una manipulación? ¿Una advertencia?
Cerró la laptop y se levantó con rapidez, como si el acto de estar sentada le impidiera respirar.
¿Acaso estaba teniendo sentimientos hacia un hombre que quizás había enterrado algo más que emociones?
Y esta vez, ni el contrato ni el silencio la iban a proteger.
Ethan había vuelto esa noche más tarde de lo normal.
Traía el cuello de la camisa ligeramente desabrochado —algo inusual en él— y los ojos con ese brillo opaco que Sofía ya había aprendido a leer: algo lo había irritado. O desestabilizado. Lo que no sabía era que pronto sería ella quien lo empujaría más cerca del borde.
Lo esperó en la bibl