La noche envolvía la mansión Bourth, pero dentro del auto estacionado en la entrada, el ambiente era denso y cargado de emociones. Amatista, con las muñecas vendadas y el rostro marcado por los golpes, intentaba mostrar serenidad, aunque su cuerpo dolía con cada pequeño movimiento. Mateo, sentado a su lado, no podía ocultar su preocupación.—De verdad, estoy bien, Mateo —aseguró ella, intentando esbozar una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.Mateo negó con la cabeza, sin apartar la mirada de las heridas visibles.—No debería haber pasado esto, Amatista. Esto nunca debió llegar tan lejos.Ella suspiró, volviendo la vista hacia la mansión Calpi. La presencia de Enzo dentro de esa casa era la única razón por la que se sentía segura, incluso en ese momento de vulnerabilidad. Amatista sabía que Enzo haría lo necesario para protegerla, como siempre lo había hecho.Los minutos parecían alargarse hasta el infinito, pero finalmente, las puertas de la mansión se abrieron, dejando salir a Enzo,
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