El alta médica llegó al día siguiente, junto con un pronóstico claro: descanso, hidratación y nada de trabajo por al menos una semana. Céline, como era de esperarse, no protestó. No tenía fuerzas para hacerlo, y por primera vez, entendía que su cuerpo le estaba gritando lo que su mente ignoraba. De vuelta en casa, la calma se sentía extraña. Matthias se aseguró de que todo estuviera en orden, desde la temperatura del cuarto hasta la ubicación exacta de cada frasco de medicina. Céline permanecía recostada, vestida con una bata cómoda, los pies cubiertos con calcetines suaves, la cabeza apoyada en varias almohadas. Un silencio amable llenaba la habitación, solo interrumpido por el sonido de su teléfono. Era otra videollamada. —Mamá, ¿estás bien? —preguntó Yvania apenas apareció en la pantalla. —¿Matthias está contigo? —interrogó Elian, serio. —Estoy aquí, campeón —dijo Matthias, asomándose a cuadro con una sonrisa. —Sí, mis amores. Estoy mejor. Mañana iremos a buscarlos, ¿recuerda
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