El auto avanzaba en silencio, pero no era un silencio tenso. Era uno lleno de expectativa. Céline apoyó la cabeza en el respaldo y miró a Matthias con una ceja arqueada.
—¿Me vas a decir a dónde vamos o tengo que adivinar?
Matthias sonrió sin responder. Solo le tomó la mano y se la besó.
—Es una sorpresa.
—Detesto las sorpresas —murmuró ella, aunque su voz ya tenía un dejo de sonrisa.
Él se rió con suavidad, luego aflojó el nudo de su corbata y se la quitó con lentitud. Céline frunció el ceño.
—¿Qué haces?
—¿Confías en mí? —preguntó, levantando la tela entre sus manos.
Ella lo miró con curiosidad, luego asintió con tranquilidad.
—Sí.
—Entonces… —susurró, y con ternura le cubrió los ojos con la corbata de seda. Sus manos se movieron con cuidado, como si se tratara de un acto sagrado.
Céline soltó una risa breve, nerviosa y encantada a la vez.
Matthias se inclinó hacia adelante y escribió algo en una pequeña libreta que llevaba en la chaqueta. La arrancó con disc