La noche caía con un suspiro pesado, y yo me encontraba sola en el centro del claro, rodeada por la penumbra del bosque que nos protegía y a la vez nos encerraba. El aire olía a tierra mojada y hojas secas, pero bajo esa fragancia familiar, algo más oscuro flotaba. Un eco sutil, apenas perceptible, latía en mi interior, un murmullo distante que se hacía cada vez más fuerte.No era solo mi voz ni mis pensamientos. Eran otras. Almas marcadas que, de algún modo, habitaban en mí, invisibles pero insoslayables. Por primera vez sentí esa jauría interior, un rebaño salvaje de espíritus que rugían bajo mi piel, reclamando ser escuchados.Había pasado semanas intentando entender lo que me ocurría. Las marcas que me cubrían, esa energía que brotaba sin control, no eran solo míos. Eran legados. Ecos de aquellos que habían sufrido antes que yo, de mujeres y hombres cuyas vidas habían sido arrebatadas por un destino cruel.Me había sumergido en los antiguos textos de la manada, buscando pistas, ri
Leer más