Había transcurrido una semana desde que Phillip y yo habíamos llegado a una especie de acuerdo en mi sofá. Un acuerdo que, sin muchas palabras, se había sellado con nosotros desnudos, cediendo al deseo sin resistencias.No podía negarlo… tener sexo con Phillip era maravilloso. Había algo en su forma de tocarme, de besarme, de mirarme, que me hacía sentir viva, como si por fin hubiese bajado la guardia después de años con la armadura puesta. Pero al mismo tiempo, esa intensidad me descolocaba, porque él no era cualquier persona. Era el hermano de mi mejor amiga.Luego de aquel día en mi casa, volvimos a caer en tentación. Todo empezó con un mensaje de Carla, en el que me entregaba la misión de ir a la casa de su hermano a buscar una encomienda suya que él había recibido por error.Accedí sin pensar demasiado, aunque en el fondo sabía perfectamente por qué lo hacía. Quería volver a verlo. Necesitaba verlo, pero sin duda, fue una decisión impulsiva.Recuerdo que él me abrió la puerta con
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