Unas horas más tarde, me encontraba recostado en el sillón de mi casa, mirando televisión de forma distraída. Carla y Demian se habían marchado en cuanto llegamos, y mi madre estaba en la cocina preparando algo para comer.De pronto, recordé que el médico me había prohibido fumar, pero en ese momento sentía una necesidad insoportable. Me levanté y busqué en mi chaqueta, pero no encontré nada.Seguro se me habían acabado. De repente, escuché un sonido familiar y me giré al instante.—¡Me diste un susto de muerte, estúpido!— Francisca apareció en la entrada de la sala, con las lágrimas apenas contenidas en sus ojos.La miré, y sin pensarlo dos veces, me acerqué y la abracé con fuerza.—Tranquila, estoy bien...— mi voz salió baja, pero sentí cómo ella comenzó a llorar con más intensidad en mis brazos. Algo dentro de mí se rompió, y una punzada de dolor me atravesó el pecho.Odiaba verla llorar, especialmente si yo era la razón.—No te creo, pero no importa...— se alejó un poco, y traté d
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