Un Hombre Llamado Pedro El espejo rajado en la pared del cuarto reflejaba a un hombre que apenas reconocía. La barba crecida, los ojos cansados, la piel marcada por el sol... Era como si Marco Monteiro hubiese quedado enterrado en algún lugar entre el asfalto y el polvo, entre el ruido de la ciudad y el silencio de esta granja olvidada. Aquí, mi nombre era Pedro. Un trabajador cualquiera. Un hombre común. Jasmine nunca preguntó mucho. Tal vez por temor, tal vez por respeto. Cuando me encontró inconsciente en aquella cabaña, semanas atrás, con rasguños en el cuerpo y unos ojos que delataban un pasado roto, simplemente hizo lo que su corazón le dictó: cuidó de mí. Y, a cambio, ofrecí lo poco que creía poder dar: mis manos, mi fuerza, mi silencio. —Pedro... ¿puedes ayudarme con las tablas del galpón más tarde? —su voz me sacó de mis pensamientos. —Claro, solo termino aquí con el bebedero de las gallinas —respondí, limpiándome las manos en el pantalón gastado. Ella sonrió, y ese p
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