La noche había caído sobre la ciudad y el resplandor de las luces urbanas se reflejaba en las cristaleras del lujoso rascacielos que albergaba la oficina de Isabela. La cena de gala de Luján Enterprises estaba a punto de comenzar. Era uno de esos eventos que no solo se organizaban para celebrar los logros de la empresa, sino también para tejer las redes de poder que la mantenían en la cúspide del mercado inmobiliario. Isabela sabía que las apariencias, en este tipo de reuniones, lo eran todo. Cada gesto, cada palabra, cada mirada contaba en una danza de manipulación sutil, de alianzas disimuladas tras sonrisas de cortesía.Isabela observaba su reflejo en el espejo del vestidor privado. El vestido rojo, a la medida, con cortes estratégicos que destacaban su figura, la hacía lucir más imponente de lo que ya era. Su rostro, impecablemente maquillado, mostraba la confianza que había cultivado durante años, pero sus ojos, como siempre, ocultaban las intrincadas emociones que nunca mostraba
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