Isabela no podía dejar de pensar en el mensaje anónimo que había recibido el día anterior. La sensación de vulnerabilidad que se había apoderado de ella era nueva, algo que nunca había experimentado. En su mundo, donde el control siempre había sido la clave, ahora sentía que algo se deslizaba entre sus dedos, algo que no podía entender del todo, pero que la estaba acorralando.
A pesar de su fortaleza exterior, la desconfianza la consumía. Cada rostro, cada palabra, cada gesto de sus empleados parecía tener una capa oculta que antes no podía ver. ¿Quién estaba detrás de la filtración? ¿Quién la traicionaba? Las preguntas eran interminables, y ninguna respuesta parecía suficiente.
Esa mañana, cuando entró en su oficina, el aire estaba más pesado que nunca. La luz del sol se filtraba tímidamente a través de las grandes ventanas, pero su brillo parecía más distante, más ajeno a su realidad. Isabela caminó hacia su escritorio y encontró una carpeta con una serie de documentos que había sol