Alina El silencio planea en la Falla, pesado y opresivo. El Guardián ha desaparecido, dejando tras de sí una estela de sombra que se disuelve lentamente en el aire. La luz dorada que había envuelto a Damon y a mí se ha apagado, pero el calor que dejó en mi cuerpo aún está presente, palpitando bajo mi piel como una brasa difícil de extinguir. Damon está frente a mí, respirando con dificultad, su pecho subiendo y bajando a un ritmo rápido. Lentamente gira la cabeza hacia mí, sus ojos dorados ardiendo en la oscuridad. — ¿Estás bien? —pregunta, su voz ronca resonando en el aire silencioso. Asiento con la cabeza, incapaz de apartar la vista de él. Su cuerpo está tenso, su piel cubierta de sudor y manchas de sangre. Pero su mirada… Esa mirada oscura, profunda, cargada de una emoción cruda, me atraviesa. — Damon… —murmuro. Se acerca lentamente, como si temiera que desapareciera si hacía un movimiento brusco. Su mano se desliza contra mi mejilla, su pulgar acariciando mi piel. —
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