Alina
El aire es denso, cargado de una tensión eléctrica que hace vibrar mi piel. Damon camina frente a mí, su espalda ancha y musculosa tensa bajo su camisa oscura. Cada músculo de su cuerpo está en alerta, listo para el enfrentamiento. Lo sigo de cerca, mi corazón latiendo a un ritmo frenético.
— Alina, mantente cerca de mí, gruñe sin volverse.
— Como si tuviera elección, murmuro.
Se detiene bruscamente, y casi lo choco. Se vuelve hacia mí, sus ojos dorados brillando en la penumbra de la Grieta.
— No es momento de jugar, Alina.
Aprieto los dientes, levantando el mentón.
— ¿Crees que estoy jugando? ¿Crees que no siento esa cosa que se arrastra bajo mi piel? Esa… oscuridad que me llama?
Se acerca, sus dedos deslizándose en mi cabello hasta detenerse en la base de mi nuca.
— No dejaré que nada te alcance.
— Damon… no puedes protegerme de mí misma.
Sus ojos se oscurecen.
— Puedo intentarlo.
Antes de que pueda responder, un rugido profundo se eleva de las paredes de la Grieta. El suelo