Ezra
El silencio es pesado cuando abro los ojos. La luz pálida del amanecer filtra a través de las cortinas rasgadas, proyectando sombras retorcidas sobre el suelo de la habitación. Alina duerme a mi lado, su respiración regular acariciando mi piel. Siento el calor de su cuerpo contra el mío, pero una frialdad insidiosa persiste en mis venas.
Me incorporo lentamente, deslizando mis dedos en su cabello oscuro. Ella gime suavemente, acurrucándose un poco más contra mí. Su perfume dulce me calma, pero en el fondo de mí, la sombra sigue rugiendo.
Mi mano se aferra a la sábana.
La Reina Negra.
Su marca está en mí. Este poder negro, esta oscuridad... Ahora me pertenece.
O tal vez soy yo quien le pertenece.
Con cuidado, despejo el brazo de Alina y me levanto. Mi cuerpo aún duele, mis músculos están rígidos. Cada paso resuena en la habitación vacía. Me dirijo hacia el espejo agrietado en la esquina.
Mi reflejo me devuelve una imagen distorsionada: mis ojos son de un dorado oscuro, bordeados d