SashaLos ecos de voces, susurros, amenazas, se entrelazan en el aire denso de la sala. Las caras a mi alrededor están marcadas por expresiones de desconfianza y cálculo, pero las veo. Veo en el fondo de los ojos enemigos, aliados igualmente frágiles, un destello de incertidumbre. Nadie está a salvo aquí. Cada palabra, cada movimiento podría ser el que sella nuestro destino. La tensión es palpable, más viva que nunca, como si la más mínima chispa pudiera incendiar la habitación y, con ella, todo lo que hemos construido. Todo lo que hemos sacrificado.Me siento extrañamente tranquila, una calma glacial que me atraviesa, como una ola negra de un mar embravecido, pero que no me ahoga. Al contrario, me impregna, me solidifica. Miro a Adrian, que se encuentra a mi lado, impasible, su mirada tan afilada como el acero. Él siempre es quien lleva la batuta. Él que me ha mostrado que no hay lugar para la duda en este mundo. Él que, con sus puños de acero, ha roto tantos sueños y ambiciones, aho
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