Inicio / Fantasía / La sombra del pacto / Capítulo 47 – El Punto de Ruptura
Capítulo 47 – El Punto de Ruptura

Sasha

Los ecos de voces, susurros, amenazas, se entrelazan en el aire denso de la sala. Las caras a mi alrededor están marcadas por expresiones de desconfianza y cálculo, pero las veo. Veo en el fondo de los ojos enemigos, aliados igualmente frágiles, un destello de incertidumbre. Nadie está a salvo aquí. Cada palabra, cada movimiento podría ser el que sella nuestro destino. La tensión es palpable, más viva que nunca, como si la más mínima chispa pudiera incendiar la habitación y, con ella, todo lo que hemos construido. Todo lo que hemos sacrificado.

Me siento extrañamente tranquila, una calma glacial que me atraviesa, como una ola negra de un mar embravecido, pero que no me ahoga. Al contrario, me impregna, me solidifica. Miro a Adrian, que se encuentra a mi lado, impasible, su mirada tan afilada como el acero. Él siempre es quien lleva la b****a. Él que me ha mostrado que no hay lugar para la duda en este mundo. Él que, con sus puños de acero, ha roto tantos sueños y ambiciones, ahora está ahí, listo para aplastar todo lo que se atreva a interponerse en nuestro camino. Y yo… yo estoy lista para seguir.

— ¿Realmente creen que simplemente los dejaremos hacer? resuena la fría voz de Matteo, un vampiro entre los más antiguos y uno de los más poderosos de esta sala. Tiene esa arrogancia que flota a su alrededor, como un aura malévola. Pero no le temo. No más que a los demás.

Adrian avanza, su paso seguro y firme. Lo desafía con la mirada, una mirada que podría derretir el hielo, pero que no muestra ninguna duda. No esta vez.

— No se trata de dejar hacer, Matteo. Se trata de supervivencia. Y créeme, ya no estás en la cima.

Los murmullos aumentan a nuestro alrededor. Las otras facciones, en particular los vampiros, parecen dudar. Los lobos, en cambio, están más tensos, sus ojos brillando con una luz peligrosa, listos para lanzarse a la pelea si se emite el más mínimo signo de hostilidad.

Dante, siempre en un segundo plano, observa, en silencio. Sé lo que piensa. Él que siempre ha sido el más pragmático entre nosotros, ve cada movimiento, cada palabra como un golpe en una partida de ajedrez gigante. Escudriña las debilidades, las titubeos. Es quien nos mantiene un paso adelante. Lo veo observar cada rostro, cada reacción. Sabe que el equilibrio es frágil. Demasiado frágil.

— Ahora tenemos la fuerza, dice con calma, pero con una autoridad indiscutible. No son suficientes para detenernos. Esta vez, ustedes son los que van a ceder.

Las risas nerviosas y los intercambios de miradas pasan de grupo en grupo. Pero, en algún lugar, en el fondo de mí, sé que ellos recuerdan. Recuerdan nuestra ascensión. La sangre que hemos derramado, los sacrificios que hemos hecho. Recuerdan lo que hemos tomado y lo que estamos dispuestos a tomar de nuevo.

Nunca he creído en las medias tintas. Ni en la posibilidad de una victoria compartida. No en este mundo. En este juego de poder, solo hay dominantes y dominados. Y esta noche, somos nosotros, los dominantes.

Aprieto los puños, mis uñas se clavan en la palma de mis manos. La sangre que fluye en mí es caliente, hirviente, llena de la determinación de siglos pasados. De lo que mis ancestros atravesaron para que yo esté aquí, para que estemos aquí. Todo se ha vuelto claro.

— Prepárense para luchar por lo que creen que es suyo, anuncia Adrian, su voz sin dejar lugar a discusión. Porque una vez que esta noche pase, todo será diferente. No habrá más lugar para aquellos que titubean.

El silencio es ahora pesado. Implacable. Los demás comienzan a prepararse, las tensiones se vuelven palpables. Pero nosotros ya estamos listos. En nuestros corazones, ya no hay lugar para la piedad. No hay más lugar para las debilidades.

Dante hace una señal discreta, y de inmediato, mis sentidos se agudizan. Los siento llegar, deslizándose en las sombras, listos para golpear, para matar. El ruido de pasos se escucha, apenas perceptible, pero están ahí. Listos. Todo está preparado.

Adrian y Dante están ahí, a mi lado, sin una palabra, pero con un acuerdo tácito entre nosotros. Nos entendemos sin necesidad de hablar. El ataque es inminente, inevitable. No es un simple golpe de fuerza. Es la guerra. Una guerra donde solo los más fuertes saldrán vivos.

El instante siguiente, todo se desata.

Ruidos de pasos apresurados resuenan, estallidos de voces, choques de armaduras, gemidos de dolor. La batalla ha estallado. Vampiros se lanzan sobre nosotros, sus garras afiladas intentan desgarrar la piel, pero somos más rápidos. El acero de nuestras armas brilla en la fría luz de la sala, la sangre salpica el suelo, tiñendo la atmósfera de rojo. Los lobos, también, están en la pelea, furiosos y salvajes, pero más disciplinados que nunca.

Me deslizo, rápida como un rayo, mis movimientos fluidos, casi invisibles. Atrapo a un enemigo por detrás, mis garras desgarran su carne en un grito penetrante. Él cae al suelo, su cuerpo inerte a mis pies. Pero hay más. Siempre más.

Los vampiros son numerosos. Intentan rodearnos, pero Dante está ahí, su precisión implacable. Un disparo, luego otro, y un vampiro se desploma en un estallido de luz.

Y, en medio de este caos, lo veo. Él está ahí, en el corazón de la carnicería, una silueta imponente entre las tinieblas. Adrian, su mirada penetrante, busca su objetivo, inquebrantable, decidido. Nada lo detendrá. Nada nos detendrá.

Los segundos se alargan, largos y crueles, pero sabemos que esta batalla decidirá todo. El resultado de la guerra, de nuestra guerra, se juega ahora. Una sola pregunta queda en suspenso: ¿quién dominará? ¿Y quién caerá?

Apreto mi espada con más fuerza. Porque solo hay una respuesta. Y esta noche, somos nosotros, los conquistadores.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP