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Capítulo 43 – La Primera Chispa

Sasha

La niebla se extiende sobre la ciudad como una mortuoria manta, sofocando toda luz. La oscuridad nos rodea, pero nuestros pasos resuenan sobre los adoquines húmedos, rompiendo el silencio mortal que reina antes de la tormenta. Avanzamos lentamente, mis sentidos alerta, cada movimiento minuciosamente calculado, cada respiración medida. Adrian camina a mi lado, su rostro tan impasible como una estatua, pero sé que siente la misma tensión que yo, esa presión que pesa sobre nuestros hombros como una carga insoportable.

Las calles de la ciudad parecen desiertas, pero sé que es una ilusión. El enemigo está allí, escondido en las sombras, esperando su momento. Y yo, estoy lista. Lista para enfrentarme, lista para sacrificar todo lo que tengo para que nuestra visión se realice. Porque en el fondo de mí, sé que esta guerra no es solo una cuestión de poder. Es una guerra por el futuro, por nuestro derecho a vivir juntos, sin tener que huir constantemente, sin tener que escondernos. Pero más importante aún, es una guerra por el amor que llevo dentro, aquel que me unirá a Adrian, a él solo, pase lo que pase.

Lanzo una mirada a Dante, que se encuentra un poco más lejos, con una expresión tan indescifrable como de costumbre. No ha dicho nada desde que llegó, pero siento la tensión que emana de él, la lucha interna que oculta tras una fachada fría. Quizás, al igual que yo, sabe que esta noche podría cambiarlo todo. Que todo podría volverse del revés en un instante, por un solo error. Pero por ahora, mantiene la calma. Porque, de una manera u otra, sabe que ha llegado la hora.

El viento comienza a soplar más fuerte, llevándose consigo los últimos vestigios de tranquilidad. El cielo, cargado de nubes amenazantes, parece doblarse bajo el peso de la angustia que nos oprime. Finalmente llegamos al lugar de la reunión, el sitio donde todo se jugará. Un edificio abandonado, un vestigio del pasado que utilizamos como base para nuestras maniobras. Sus paredes son frías, sudando humedad, y el aire aquí parece más pesado, como una promesa de sangre y destrucción. Dentro, los otros miembros de nuestro grupo esperan, impacientes, listos para lanzarse a la arena. Pero algo no va bien. La atmósfera es extraña, demasiado tranquila. Lo siento en mi vientre, esa intuición que siempre me ha guiado, poniéndome en alerta ante el más mínimo cambio.

Hago un gesto para señalar a Adrian y Dante que se mantengan alerta. Una presencia se ha hecho sentir, una fuerza que no debería estar aquí. Mi corazón se acelera en mi pecho, y una gota de sudor resbala por mi sien. Algo no va bien.

— Está demasiado silencioso, murmuro.

Adrian me mira, sus ojos oscuros perforando en la oscuridad, pero no dice nada. Lo sabe. Puedo ver la desconfianza en sus gestos. Se acerca a mí, colocándose justo detrás, listo para reaccionar ante la más mínima amenaza. El viento soplaba un poco más fuerte afuera, pero aquí no hay nada más que este silencio opresor, como una espera antes de lo impensable. Y luego, de repente, la luz de las antorchas titila. Una forma se dibuja en la sombra al fondo de la habitación, un destello de acero, una mirada brillante en la penumbra. Una silueta que conozco demasiado bien.

— Dante, digo, apenas un susurro, pero suficiente para atraer su atención.

Dante se tensa, al igual que los demás. Y es en ese momento que todo se desmorona. La sombra se disipa, revelando su verdadera forma: otro vampiro, un miembro del clan rival. No está solo. Otros lo siguen, surgiendo de las tinieblas como espectros, rostros familiares, pero traicionados por la mueca despectiva que se dibuja en sus labios.

— ¿Realmente pensaban que podrían escaparse? oímos en un murmullo amenazante.

Un escalofrío me recorre. Una traición. La guerra ha comenzado mucho antes de lo que imaginábamos.

— ¿Cómo se han atrevido? ruge Adrian, su voz baja y amenazante.

Entonces se lanza hacia el enemigo, pero lo detengo con un gesto. No todavía. No ahora. No antes de tener una oportunidad de entender. Mis ojos se desplazan rápidamente, analizando la situación, buscando una pista, una respuesta, un medio para contrarrestar esta trampa. Pero es demasiado tarde. Uno de los vampiros se lanza sobre Dante, que lo empuja violentamente, pero otros lo rodean, obligándolo a retroceder.

— No estaba previsto, murmura, su voz traicionando una pizca de sorpresa, pero también un miedo helado.

Sabía que algo no iba bien, pero no vio venir esta traición. Todos hemos sido atrapados. Sus ataques son más organizados, más estratégicos de lo que anticipamos. Es una verdadera emboscada, una trampa tendida por aquellos que creíamos estar de nuestro lado.

Un grito rasga la noche. Uno de nuestros hombres se desploma, una flecha en plena corazón. Es la chispa. La primera, pero no la última. La batalla estalla en un estruendo de ruidos metálicos, rugidos y golpes golpeando la carne. Los vampiros se lanzan a la pelea, utilizando su rapidez para sembrar el pánico y tomar la delantera. La sangre salpica, y una escena de carnicería comienza a desarrollarse bajo nuestros ojos.

No tengo tiempo para pensar. Debo actuar. Instintivamente, me lanzo a la batalla, mis garras desplegándose, mis dientes listos para morder. Un vampiro me ataca, pero lo evito hábilmente, infligiéndole una profunda herida en el cuello. Se desploma, pero no es el último. Otros me persiguen, y me veo obligada a defenderme con toda la brutalidad de la que soy capaz. Pero incluso en este caos, un solo pensamiento atraviesa mi mente: esta guerra no ha terminado. Esto es solo el comienzo.

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