MaddisonEl sonido de la sirena corta la noche como un grito desesperado. Siento las ruedas de la ambulancia saltar en cada curva mientras aprieto con fuerza la mano de Derek. Está fría, pálida, temblorosa, y yo no dejo de suplicar que no me la quite, que no me lo quite.—Aguanta, por favor… —susurro, más para mí que para él—. No te vayas ahora, Derek, no así, no todavía.Él murmura algo, su voz es apenas un hilo entre jadeos. Mueve los labios como si el aire le pesara.—Maddison… —balbucea—. Te amo… siempre te amé…Me parte en dos. Siento que algo se rompe por dentro, ya no me importa todo lo que pasó, no me importa lo que nos destrozó, ni lo que dijimos, ni lo que hicimos, solo me importa este momento, este hombre, esta vida pendiendo de un hilo.—Yo también… —le digo con la garganta cerrada—. Te juro que también. Perdí demasiado tiempo odiándote, buscando cómo devolverte el daño, queriendo hacerte pagar… y no vi que me estaba matando yo misma, que todavía te amo, Derek, que lo únic
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